21/4/12




El susurro inseminado
se respalda del débil dintel,
extraño y sutil
el néctar vertebral
que se rotura,
diluyendo el alma febril.


Ahora que mis ojos se apagan
para redimir el horizonte de la duda,
de eternidad
entre las llaves cúpulas,
el pequeño e inerte metal
que avienta la ternura.


De nardo y ámbar se impregna
cuando el tiempo no existe,
tan solo al medirse,
de sangre y carne de piedra maldigo
el silencio que a un tiempo
el suspiro bendice.


«Intima»

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